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pokit in a pocket

buscando salida

buscando salida Tras la puerta se encontraba la muerte, silenciosa, a la espera de su momento para entrar en escena. Un engaño al mayor estafador le había llevado a aquella sucia habitación, un nuevo motel en el que intentar salvar un nuevo jaque, cada vez más mate, en el brillo del paso del tiempo. Sobre la mesilla de noche depositó una “Smith & Weason”, la única compañera que no le había traicionado en los últimos diez años. La vista recorría la habitación sin captar detalles, sus ojos se movían con los mismo movimientos mecánicos que mueve un tigre enjaulado, y las diminutas gotas de sudor tomaban, poco a poco, su lugar en la frente. Mientras la espera se imponía, tuvo un momento para recordar lo que se suponía que eran sus cosas, su gente, y se dio cuenta de lo solitaria que era la soledad. Encendió un cigarrillo, que mal apagó acto seguido, y con la sonrisa cínica de siempre, se incorporó de la cama, sacó de una pequeña bolsa de viaje, otra bolsa, más pequeña aún, de la que extrajo un paquete cuidadosamente envuelto. En él guardaba una jeringuilla de cristal, en la que se podían ver las iniciales de su nombre biseladas en letra gótica, aquel era uno más de los absurdos caprichos que habían poblado su días hasta la fecha. Una papelina de heroína, y unas ampollas de agua destilada, eran las compañeras de aquel cohete de cristal con rumbo al edén, que limitaba con su infierno íntimo, y la calma se disolvió destilando más calma por las venas del sueño.
Cuando despertó la noche ya había tomado el relevo al día, las manos mesaron el cabello, como si también necesitara de desperezarse, y un trago de bourbon alertó al resto del cuerpo de lo que estaba por llegar. Fue al cuarto de baño para mojar su cara, el calor estaba cada vez más presente, y la ausencia de la más mínima brisa, hacía que el bochorno quedase suspendido allá dónde uno quisiera ir. La ventana abierta no era remedio, y la cerró, corriendo las cortinas también. No quería que nadie, desde afuera, pudiera ver lo que sucedía entre aquellas cuatro paredes. Repasó las formas del revólver, unas curvas, y aristas, que conocía a la perfección, pero que no dejaba de memorizar cuando sabía que la vida dependía de la voz de aquélla amiga, con cíclope mirada negra. Recibió la visita de la filosofía que habita las situaciones límite, y pensó que podría llegar a ser una de esas hojas secas que viajan montadas en el viento de otoño, aunque supo de inmediato que su estación de destino era el final de una vía muerta.
El sonido de los pasos subiendo por la escalera fue el exilio de aquellos pensamientos, la mano dejó de acariciar el acero finiquito, y se dispuso en letal comunión, con las formas de las que ahora era lecho. Vio sombras a través de la rendija que separaba el suelo, del borde inferior de la puerta, eran dos, situadas una a cada lado, de aquella salida que cada vez era más una entrada a lo definitivo.
Tres manzanas más allá, un niño jugaba a ladrones y policías, antes de irse a dormir...

© pokit in a pocket ch.a.d.t. “Buscando salida”

4 comentarios

pokito -

Gracias a ti, Jaime, por pasar a lerr.

salud

Jaime -

Denso, muy denso y sudoroso... impresionante relato.
Gracias

pokito -

Gracias, white, por pasar, y dejar tu tiempo en mis letras. un beso.

salud

white -

Desgarradora imagen de una realidad tan dura que asusta. La desesperación hace extraños compañeros de alcoba.
Me gusta tu prosa descarnada.
Besitos.