por el horizonte
Tenía la extraña costumbre de perseguir las luces que veía en el horizonte, y por este motivo le llamaban loco.
A él no le afectaba, no dejaba que su ánimo entrase en barrena por esos comentarios cuerdos, es más, se compadecía de aquellas personas que nunca persiguieron un brillo más allá de donde tenían límite los pasos que caben en los zapatos. Era difícil encontrar una razón para no querer llegar hasta el humilde resplandor que mancha el horizonte invisible de la noche, al menos para él resultaba así, en contra de la opinión general, una opinión urbanizada correctamente, con bocas de riego cada diez latidos, dispuestas a apagar el fuego de cualquier ilusión que prendiera en el corazón.
Pensaba que en el centro de aquellas humildes luminiscencias, guardados en bolas de cristal de ámbar, se encontraban los sueños que aún le quedaban al mundo por soñar. Esta reflexión no fue cosa de un día. Llegó hasta ella tras largos exámenes de conciencia, los cuales suspendió por orden, y en orden inverso, a la dirección del viento que giraba las manecillas de un reloj que nunca llevó. Había sopesado los más mínimos detalles, minuciosamente, pero también es cierto que los detalles grandes los había dejado al olvido, y el olvido los había empeñado para poder beber para olvidar. Era consciente de que el tamaño de los detalles era importante, por eso sólo reparó en los pequeños, pues eran los únicos que le cabían en los bolsillos, y con los que podía caminar bajo las estrellas sin sentir el peso excesivo que tienen los detalles grandes. También había calculado cuántas cebollas eran necesarias para hacer una buena sopa, o la distancia más larga entre dos puntos a punto de caramelo. Era información necesaria, imprescindiblemente necesaria, cuando se emprende una empresa como ésta. Buscar sueños encerrados dentro de bolas de cristal de ámbar, no es algo fácil, y puede llegar a ser peligroso si no se tiene en cuenta la curvatura de la bóveda celeste, o la inclinación de los árboles cuando el aire juega en sus ramas.
Por supuesto, llevaba casco, bufanda, y un gallo veleta que siempre apuntaba su impredecible canto hacia el sur.
© pokit in a pocket ch.a.d.t. "por el horizonte"
6 comentarios
pokito -
María, y es que el mundo anda loco... Un beso, y gracias por tener esa rara, y seguro que nada aconsejable, manía.
Adoptadora bogotalineña, es un gustazo verte caer en forma de letras aquí, desde la altura que tiene el horizonte de allá. Un beso abrazao grande para ti, adoptadora preciosa.
Merche, gracias, eres demasiado buena siempre conmigo. Un beso brujulero.
Muchas gracias a todo el mundo, que deja al mundo un ratito, y se viene al mío.
salud
Merche -
pokit in a pocket -
Mariela E.C.
Mariana -
Octavia -
Besito.
Virginia -