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pokit in a pocket

el sonido de la vida

Llevaba tiempo educando el oído, aprendiendo a gestionar las diferentes naturalezas de los sonidos, encontrando los matices que encierran las ondas, y su amplitud, para facilitar la dispersión del aire en su comunicante, y sonora, vibración. Decía que podría llegar a ser capaz de reconocer más de ocho millones de sílabas sueltas, sílabas que yacían caídas por los suelos de la ciudad, dotando a ésta del sonido que habla el mundo de cristal, y de acero: el sonido que hace la vida cuando roza con el asfalto del urbanismo social.
El interés por el ruido no era una afición nueva, ni un esnobismo absurdo, la atención hacia todo lo que suena, se podría decir que era una necesidad casi vital para él. Padecía una extraña enfermedad que afectaba al sentido del oído, y actuaba indirectamente en el sin sentido la razón, proporcionando al enigma de la racionalidad, un sentir ajeno a los sentimientos plastificados, e hipotecados, que caminaban cabizbajos bajo la lluvia. Esta dolencia auditiva apenas era conocida, no había una bibliografía al respecto, sólo se podían encontrar referencias a ella en algunos escritos ancestrales de la cultura peloponesa, escritos que, por otra parte, eran totalmente ininteligibles, ya que cuando fueron escritos se cree que los peloponesos desconocían el arte de la escritura, por lo que es posible que fueran doblemente difíciles de leer. Este pequeño detalle, que para otros hubiese sido motivo de abandono, para él fue un aliciente más que añadir a la aventura de aprender a escuchar.
Comenzó por el principio, pues el orden era, y así debía ser siempre, invulnerablemente ordenado. El principio estaría situado en el comienzo, más o menos, de la acción a llevar a cabo, y la acción a llevar a cabo no era otra que la de dejarse acariciar por la aspereza del aire que rebota contra la metrópolis. En ese aire, mezclado con él, se encontraban las palabras que no llegan a los oídos que escuchan, las que se quedan para siempre atrapadas en la melaza atmosférica de lo pegajosamente cotidiano, y dejan de existir como tales, para comenzar a ser sílabas rotas que pretenden decir algo, cuando caen desde un sueño con la fecha en rojo del calendario lunar.
Las primeras sensaciones que tuvo fueron confusas, abrumadoras, llenas de una uniformidad que hacía pensar en lo lejana que quedaba la libertad para poder ser libre. Aún no le era posible descifrar los millones de mensajes que recibía, pero esta circunstancia no le impedía saber que estaban ahí queriendo ser queridos, odiados, o al menos, escuchados. Hubo un momento en el que la variable que intoducía el cosmopolitismo se encontró, sin previo aviso, con la incógnita de los haceres políglotas propios, es decir: se apuntó a una academia de idiomas. En aquellas aulas magnas, del saber decir bien dicho, conoció la importancia de los magnicidios que se cometen con silenciador, a cara o cruz, cuando es la hora del camión de la basura, y el amor a bajo precio reina por las esquinas, pero seguía diciendo; "guan", delante de cada: "andetruá". Sin desánimo, aunque algo afligido, abandonó los estudios, y el trabajo que trabajaba para pagarse una nueva lengua, o dos. Se echó a la calle, y en la calle se encontró con esa calle que está tumbada en las puertas de los comercios, de los cines, la que hace de la ironía un arte, y se arropa con cartones del frío que hace en la pobreza, cuando ésta duerme su pesadilla dentro del cajero nocturno de banco.
El rigor científico le hizo acometer el siempre sorprendente camino de la duda, y ya que la duda amamanta a la ciencia, comenzó a dudar de la locuacidad de lo evidente, y la evidencia era tan evidente, que se vio obligado a volver a dudar; ¿Por qué sólo encontraba ruidos de disidentes? ¿Por qué no había rastro de sonidos rubios, o con los ojos azules vestidos con Ray Ban de sol? Las palabras que hablaba la calle eran palabras de ojos oscuros, y cara sucia de sociedad. Eran discursos mutilados a base de producto interior bruto, desacreditados justo a la altura en la que se encuentra la maltrecha dignidad, de los ya archivados como indignos por alguien del registro "civilizosamente" incivil. No era posible que todo el mundo fuese así, confuso en su habla, no creía que los favores se hubieran acabado del todo, que no quedase una sonrisa sonriendo en la humanidad. No podía ser, tenía que haber mensajes dichos por voces sobre escritorios de madera noble, y noble cuero, y no sólo "notas" desperdigadas que se escriben sobre listas de la compra, letras para decir, que se acentúan de silencio al ser devueltas, letras que no tienen tinta para sonar hasta fin de mes. ¿Dónde estaban esos sonidos sin congoja, sin el ahogo que causa la claustrofobia hospedada en el sotano de la raza humana? Estaba claro que estaban, no había más que elevar la vista, y dejar de mirar el suelo, pues en las alturas, inalcanzables, estaban todos aquellos edificios con carteles luminosos, ventanas luminosas, luminosos portales, en los que relucientes guardias de seguridad mostraban sus luminosas sonrisas, antes de prohibir el paso a la vida que no sonríe en blanco de chicle sin azúcar, y que come a medio día panceta, en lugar de degustar desayunos de fruta biológica liposuccionada.
Dejó de lado la metafísica sonora, y comenzó a idear una escalera social de muchos peldaños...

© pokit in a pocket ch.a.d.t. "El sonido de la vida"

9 comentarios

Noa con las mujeres en la sombra -

JAJAJA, claro que lo peor lleva; me ha dicho shhssshhh!
Es que le alisen las púas con ese alisador japoné de la plubicidad q tienes abajo, jiji.
Aunque nunca llegásemos a tener demasiá confi, puesto que llegaste, casi q cuando me marché:
Besillos amigo rencontrao!

N o a m a n d a -

Sí, yo también paré por aquí, porque, cuando menos, es interesante el texto.

Y por otra parte, qué hará mi ericillo ahí abajo encaracolándose con su casco para no ver el mundo...siempre te estuvo espiando, parece.

pokito -

Muchas gracias a ti, Ernesto, por parar para poder oírlos.


Salud

Ernesto -

Me ha encantado tu texto, gracias por estar atento a todos esos sonidos.

pokito -

Mariela, estás que te sales. Un beso grande, y gracias por \\\\\\\"currártelo\\\\\\\" tan bien.

Maestro, no puedo más que agradecer su visita, y constatar una vez más su maestría en el difícil arte de la cuadratura del círculo. Muchas gracias de su más torpe discípulo de letras, pero aventajadísimo en eso de las cuitas del mus tabernero. Un abrazo, Maestro.

Y es que hay gente pa´to, María, pa´to... Un beso, y gracias por dejar tu tiempo aquí.

Hola Comefanfanfan-tástica. Y ya ves, ando como el Guadiana, a ratos estando, y a ratos sin estar. Besos desde Madriz, que serán petonets cuando lleguen a Can Barça (ay dios).


Muchas gracias a todos por perder vuestro tiempo con el mío, que ya anda perdidísimo.


salud

Come -

Hola desaparecido. Espero que estés bien. Me ha encantado esa reflexión en forma de sonido y vida. Petonets.

María -

Ahora sé que hay alguien que encuentra las palabras que nadie escucha y las pone en orden poco a poco, como un puzzle, probando pieza tras pieza para comprobar, asombrado, que todas encajan y cada una crea junto a las demás el puzzle perfecto.Cientos de puzzles perfectos que unidos unos a otros deletrean libertad en todos los idiomas.

Gracias Mariela , tienes mejor gusto escogiendo que Pokito ;)



Alvaro -

Amigo mío, la forma de enseñarnos el mundo a través de otros ojos, es un ejercicio de perspectiva realmente conseguido. No olvide dejar la ira lejos del regreso.Un fraternal abrazo.

Mariela -

Otras de mis preferidas. Como elijo yo te toca aguantar Chusito. Besos niño.