del país de los ojos durmientes
Se dice que cuando el día se hace calma, a la hora en la que todo se vuelve más lento, hay ojos de ruedo taurino que se cierran esperando un beso al despertar. Se duermen con el gusto del peso del aire en los párpados, se cierran, y al hacerlo abren la puerta de la imaginación que pasea a las horas de la siesta con el olor del sur. Aunque estén cerrados, los ojos duermientes ven, ellos ven lo que el sueño les cuenta en silencio. Son sueños que confunden arriba, y abajo, y mezclan el sol con la luna, porque los sueños de los ojos durmientes lo pueden hacer, tienen pedazos de la ilógica razón adulta, y de lógica exacta infantil, por eso son capaces hasta de recoger las estrellas que caen desde el cielo hasta el fondo del mar. Hay ojos que no saben que tienen un beso para despertalos, creen que no lo tienen, pero aunque no se vea a simple vista, sí hay un beso para ellos. Hay besos que se telegrafían, otros se escriben, otros se cuentan, y otros se callan por miedo a no saber si sabrán despertar, pero los mejores son los que, con la suavidad de la luz, se posan sobre los párpados dormidos, y poco a poco, y beso a beso, dicen con cuidado que es la hora de despertar. Entonces, cuando se abren, los ojos durmientes sonríen, se desperezan, miran y remiran, y sin prisa, comienzan a querer café. Los ojos duermiente saben que habrá veces que verán nublado, con lluvia de día gris, y gabardina mojada en el perchero, pero ahora también saben que tienen una sorpresa que se besa tras el sueño. Es cierto que los besos para los ojos no sirven como paraguas cuando llueve, pero se ponen de puntillas, y a poco que se acerquen a los ojos, los aupan, y los llevan hasta donde brilla un poco el sol, y hay ríos naranjas en los que se puede beber.
"Del país de los ojos duermientes"
© pokit in a pocket. chus alonso díaz-toledo
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ojos que miran -
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