Blogia
pokit in a pocket

Dos angelitos

Dos angelitos Una vez tuve un sueño extraño. Fue muy vívido, pero lo recuerdo tan lejano que siento como si hubiera sido en otra vida. Durante muchos años lo había borrado por completo de mi mente, pero ahora ha vuelto y no puedo sacármelo de la cabeza.
Vos y yo éramos dos angelitos en el cielo ¡Ja! ¡Qué tontería! Estábamos en una fila larguísima, en la que miles de angelitos como nosotras esperaban su turno. Sin embargo, avanzaba rápido. Recuerdo que a vos te tocó antes que a mí. Nos dijeron que seríamos niñas, y que nuestra sangre se mezclaba en algún punto del pasado. Una forma un poco rebuscada de decir que seríamos de la familia (nada era muy claro en ese lugar). Así que, antes de que bajaras, nos detuvimos un minuto a charlar. También nos habían dado un papelito doblado, que teníamos terminantemente prohibido mirar. Yo, obediente, hice lo que debía: guardé mi papel en el bolsillo del camisón y ni pensé en verlo, hasta que noté que vos lo estabas desdoblando.
-Yo lo miro- dijiste, encogiéndote de hombros.
-¡Pero eso no es lo que hay que hacer! Tenemos que entregárselo cerrado a la señora de negro que está en... - pero no me dejaste terminar y ya habías abierto tu papel. Te quedaste sorprendida al principio, después te reíste:
-¡Ah, bueno! Siendo así... ¡Menos mal que lo abrí!- y tus ojos brillaron de forma extraña. Entonces no aguanté la tentación y abrí el mío. Vos viste mi papel y yo el tuyo. Y nos miramos. Yo no sé qué cara habré puesto, pero la tuya me quedó grabada: no era de enojo ni mucho menos, era tu expresión pícara y despreocupada de siempre. Era evidente que sabías qué hacer.
En eso estábamos, cuando un señor de barba blanca se nos acercó muy enojado. Nos dijo que, apenas tocáramos la tierra, debíamos olvidar lo que habíamos leído y su significado. Pero vos me miraste de reojo, y supe que no tenías la menor intención de hacerle caso.
Y te tiraste para abajo.
-¡Nos vemos!- me gritaste desde el aire. No esperaste el transporte que debía bajarnos, te tiraste en caída libre y revoloteaste un buen rato usando tus enormes alas, dejándote llevar por el viento y haciendo cabriolas. Flotabas entre las nubes ligera como una pluma, riéndote y disfrutando a pleno del viaje. Yo sacudí la cabeza. No se suponía que bajáramos así. Esperé mi transporte con las alitas bien plegadas y bajé como dios manda.

Ahora que ya te has ido, este sueño ha vuelto a mi memoria y puedo ver todo con claridad, especialmente lo que estaba escrito en tu papel. Sólo era un número: treinta y cinco.
Y el mío... el mío... si yo también me hubiera acordado de él... si no lo hubiera olvidado todo apenas toqué la tierra... .

NOFRET

7 comentarios

Sophie -

que bonito relato, soy una aficionada de los sueños y de los angeles, asi que vaya gusto me dio leer este. muchas gracias. quiero otrooo

NOFRET -

Gracias, Bohemian, mis poquitas letras suelen estar todas en el blog a las seis y pico, éste fue una excepción.
Besos! :)

Bohemian -

Me encantó este relato Momia, siempre es un gustazo leerte :) aunque tenga que andar buscando tus letras por todo el ciberespacio.

un besito mojao

NOFRET -

¿Quién dijo que son un regalo, Pokito? ¡Estoy esperando mi cheque! :P
Besos a ti. :)

pokito -

Momia chiflada, no dejes de regalarnos tus letras, son un lujo, como también lo eres tú. Un beso, Momia :)

salud

NOFRET -

Gracias, Merche. Yo creo que lo importante no sería saber cuándo vamos a morir, sino ser conscientes de que puede ser en cualquier momento, no necesariamente después de los 60 o 70. Los jóvenes (y no tanto) suelen planificar (y desperdiciar) la vida como si la tuvieran garantizada por cierto período de tiempo. Yo también lo hice (hasta que recordé este sueño) ;)
Besos!

Merche -

¿Cambiaría en algo saber cuándo vamos a morir? ¿Exprimiríamos los minutos?¿Amaríamos más?¿Se quedarían cosas por decir?
Me ha encantado, Nofret. Un beso