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pokit in a pocket

papeles por los suelos

Me gustaba escuchar a los papeles que encontraba en la calle, los que nadie quiere, y tira sin importar el sitio donde caen. Todos los papeles me contaban algo, aunque mis preferidos eran los papeles disidentes, los que saltan con la ayuda del viento, desde las papeleras, al suelo. Tras tantos años de frecuentar las venas en las que se gasta la ciudad, conocí a papeles para todos los gustos, con todos los colores imaginables, y de todas las formas posibles que les permitía la física papirofléxica. A lo largo de ese tiempo escuché a los cinco continentes en pedacitos. Había conocido recados de compra, números de teléfono a los que nunca me atreví a llamar, nombres que se volvían anónimos en mis manos, y alguna que otra nota de suicidio sin la firma de la muerte. La sensación que nacía ante aquellas formas era la misma que regala el oxígeno a la sangre, o la calma que ofrece el agua a la sed de la soledad que se agrieta a solas, cuando el descanso para tanto cansancio no es otro que el de no dejar de caminar. No necesitaba leer las letras escritas para saber qué decían aquellos trozos de vida poliforme, de hecho nunca lo hice, siempre preferí escuchar el ruido que las arrugas me susurraban al estirarse la fibra entre mis manos, mientras retomaban la forma educada de ser papel. Aprendí a reconocer los acentos de los árboles en ellas, la suavidad que habla la “ce” latinoamericana, o la rubia rotundidad inamovible de la “che” anglosajona, se mezclaban con el ritmo de la “te” africana, y la perpetuidad asiática de la letra “ele”. No tuve ninguna preferencia de clase, raza, o credo, escuché con la misma atención la solemnidad de un papel con membrete, que el desconsuelo de una bolsa rota con el fondo perdido. Podía reírme con un papel secundario olvidado por el guión de la vida, y llorar hasta el agotamiento escuchando las historias de una entrada no usada de cine. Encontraba la misma buena predisposición en el ruido del papel cristiano, que en el aroma curvo que luce la media luna de Alá, entendí la calma meditada de oriente, y disfruté con las coloridas deidades africanas al danzar. No podía pedirle más a la vida, tenía a mi disposición el universo, y sólo yo lo sabía.
Me dio pena el desconocimiento que aprendían los demás, la trágica situación de aquella gente que ignoraba semejante grandeza del humanismo de a pie, y quise compartir mis conocimientos con el prójimo. Ocurrió que el prójimo andaba liado con la hipoteca de otro prójimo, que no tenía ya más vida para hipotecar, y no tuvo tiempo para prestarme atención cuando supo de mis variables intereses. Caminé por calles repletas de prójimos sin tiempo para reparar en mis sabias palabras, sordos de pies y manos, se desgastaban dentro de sus zapatos de cemento gris, y cordones de acero, para llegar siempre a ningún sitio de su agrado. Entonces me di cuenta de un detalle que me llenó de desasosiego. Vi cómo aquellas personas tiraban sus papeles, y supe porqué en ellos encontraba vida, una vida que se les caía a trozos, sin tiempo para recogerla.

© pokit in a pocket. ch.a.d.t. “papeles por los suelos”

7 comentarios

Enfero Carulo -

Nos creemos que personificamos y a lo mejor no nos damos cuenta de que realmente es al revés, que nosotros andamos cosificados. Cuando nos descosificamos, somos capaces de percibir lo que está vivo. El resultado es magia. La que estaba ahí y no mirábamos.
;-)

pokito -

Gracias, Come, llévate un beso muy grande del que también es tu fan fan fan fan ático, o sea, loco de alturas.


salud

Comella -

Qué decir que no te haya dicho... Se me acaban los piropos y los adjetivos... Un besazo de tu fancome.

pokito -

Qué fácil nos desprendemos de trocitos de papel, pero que listos somos que casi nunca son billetes...
Besos, white.

salud

white -

Leer en las arrugas de papeles que vuelan saltando de pisada en pisada sin dejarse aplastar, qué fácil nos desprendemos, a veces, de trocitos de nuestra vida.
Besitos poki.

pokito -

Adoptadora rewapa, me alegra que te hayan gustado los papelujos que se vuelan al revés, y van para el suelo. Bueno, cuando la ceguera aprieta, no hay que angustiarse, que la luz siempre volverá, antes o después, pero volver, vuelve. Me quedo con los abrazos de papeles de colores, y te dejo a cambio un montón de kilómetros de media luna árabe por andar. Un beso, Mariana, y gracias por dejar unas letras que te hacen más adorable.


salud

Mariana -

Adoptado reweno, una historia increíble! Me encanta porque es un mundo que esta ahí, detrás del mundo, que la ceguera tiñe de oscuridad.
Te dejo un abrazo de millones de papeles, de colores, los preferidos de pokito. Te adoro.... que buena historia, bien contada, magistralmente escrita!