san matías
En San Matías los días son lentos, transcurren con la misma calma que exige la tierra de la altiplanicie para dar sus frutos. San Matías se encuentra en esa altura de vértigo plano, y oxígeno breve, en la que el horizonte es una promesa inalcanzable robada a los dioses. Sus calles son pocas, muy estrechas, excepto la avenida de la Independencia, que viene a ser el doble de ancha de lo que lo son sus compañeras de urbanismo. En San Matías dicen que la independencia nunca llegó hasta esas alturas, y lo dicen con el convencimiento severo de quien cree lo que dice. Ellos nunca se doblegaron más allá de lo que se dobla un árbol para soportar la fuerza del viento, y nunca dejaron de ser árbol, aunque se vistieran de leña ante el hacha evangelizador del viejo mundo. Ellos siempre fueron independientes, al menos en el ánimo, ya que no se puede sobrevivir de otro modo en la parquedad de las tierras altas. Como es fácil de suponer, también hay una iglesia en honor del santo patrón, que curiosamente recibe el nombre de: San Lucas.
Dicen que la paradoja se debe al excesivo fervor, del primer gobernador miltar español, por el aguardiente de maíz que fabricaban los ahora, a la fuerza, recién pintados de cristianos. En el discurso que ofreció con motivo de la fundación de la nueva villa, y en su afán por mantener la solemnidad, pese a portar una considerable borrachera, se equivocó de santo. Los primeros monjes que llegaron hasta allí fundaron una misión con una pequeña ermita en honor a San Lucas, puesto que, según ellos, fueron unos textos de San Lucas los que les llevaron hasta los confines de aquel nuevo mundo. Todos notaron el error nominal que cometió el representante de la corona española cuando, con su espesa lengua, proclamó el nombre de San Matías a los cuatro vientos, pero nadie se atrevió a hacérselo ver para que rectificara sus palabras, dada la sangrienta reputación que arrastraba aquel personaje explosivamente etílico. La iglesia, en la persona de un oscuro monje manco, y ciego de un ojo, prefirió achacar el lapsus a los designios divinos, y dejar todo como estaba, ya que, al fin y al cabo, la voluntad del señor era, y es, dicen que inescrutable. Éste, y no otro, fue el motivo por el que en San Matías se encuentra la iglesia de San Lucas, edificada junto a las ruinas de la primera ermita que allí se alzó. Y éste puede ser el motivo por el que en San Matías, cuando llueve con la fuerza del viento, piensan que es San Lucas llorando su celestial destierro.
© pokit in a pocket. chus alonso díaz-toledo. "San Matías".
10 comentarios
chus -
Gilda -
Un beso.
chus -
El pakistaní de la cartera -
Me he acordado un poco de Malinche de Laura Esquivel, será por tu manera subjetiva de tratar la historia. Vamos, que me ha gustado.
Eso sí, ojito con mi cartera que no se toca.
:)
chus -
chus -
Manuel -
Saludos.
Angela -
Sara -
Ximena -