undostrescuatro
1
Desperté en el mismo momento en el que la noche perdía la partida contra la semántica de la oscuridad, la habitación era un viejo cuchitril de paso lento, pero viajero, estaba maquillada con colores ocres, y rosados, que se encontraban en el borde del abismo donde se suicida la pigmentación. Aquella pensión era un pedazo de olvido con camas, una parcela que limitaba con la nada, aunque se llegase hasta ella de camino hacia el país de la piel prometida sin temor. En mi boca aún se podían encontrar los últimos resquicios de la civilización de un güisqui sin marca, que al beberse, realmente marcaba la dirección de la voluntad, prohibiendo escrupulosamente el sentido inapropiado de la circulación común del pensamiento racional. Es posible que aquella bebida fuese una de las últimas pruebas, si no la última, antes de entrar en el espacio de los viajes sin retorno, o al menos, sin un retorno con maleta llena, y cara de felicidad. Probablemente aquel brebaje habría sido en innumerables ocasiones una razón para no continuar el trayecto; la sinrazón que flotaba junto a las piedras redondas de hielo, y que se administraba con cada trago, con cada beso de cristal dado, era tan extrema, que a menudo llevaba hasta la aburrida seguridad de lo ya tenido, y se desandaban las zancadas de la temeridad desnuda de ropas. Mi motivo para haber llegado hasta allí, hasta esas paredes cargadas de kilómetros, y de estrechos caminos con cerradas curvas, no era otro que el de ubicarme en el patio donde juega lo prohibido, lo educadamente negado por ti. No me importaba ya mucho que atrás quedasen labios acogedores, manos fáciles de tocar, o noches plagadas de respiraciones a dúo, yo tenía el índice de precios sin consumo, y me consumía en el aprecio que no sabe del presente en primera-segunda persona del verbo: amar-a.
2
¡El amor del Amor de mi amor por tu Amor!
Si Sócrates le hubiese contado a Platón, que el amor era parte de la dactilografía distanciada, que amar era insistir en la existencia de la inexactitud constante, y que se asemeja a la manera que tienen las estrellas en el costado de tu mar, es posible que ahora no me calzase este par de viejas botas hechas con metros, miles de metros de cuero, dispuestos a pasar sin mirar hacia atrás.
3
¿Has imaginado alguna vez el sonido de una estrella fugaz?
Al verlas en el cielo, uno piensa que su sonido debe ser similar a un: pssssssssssssssssbuuumm
La realidad ha de ser bien distinta, creo que toda esa materia chocándose contra la atmósfera, estampándose contra la invisibilidad abrasiva de los gases salvadores que nos rodean, se merece ser algo más que un simple seseo con un final brusco. Debe ser un estruendo espectacular, una comunión de instantes mínimos, millones y millones de átomos estallando, unos contra otros, sumando sus pequeños chasquidos hasta el volumen que suena en la eternidad.
4
Deja que se consuman los últimos minutos, con sus cenizas pintaremos nuestras caras de domingo, y de siesta, y seremos un mundo lleno de voces, pero con caras de mimo.
"Undostrescuatro"
© pokit in a pocket. chus alonso díaz-toledo
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